¿Puedo entrenar mi cerebro para que sea más feliz?
Cuando
tu cerebro recupera un recuerdo, no lo hace como un ordenador, que convoca una
grabación completa de lo que está en el disco duro (como un documento, imagen o
canción).
Tu
cerebro reconstruye recuerdos a partir
de sus características fundamentales y aprovechando sus capacidades de
simulación para llenar los detalles que faltan.
Esto
supone trabajar más que si se recordara todo, pero es un uso más eficiente del
espacio disponible: de esta manera no es necesario guardar grabaciones
completas. Y tu cerebro es tan rápido que no te das cuenta de la reconstrucción
de cada recuerdo.
Este proceso de reconstrucción te da la
oportunidad de ir cambiando gradualmente el sombreado emocional de tus
recuerdos, allá abajo en la microcircuitería de tu cerebro.
Cuando
se activa un recuerdo, un acoplamiento enorme de neuronas y sinapsis forma un
patrón. Si al mismo tiempo hay otras cosas en tu mente -y especialmente si son
muy agradables o desagradables-, tu amígdala e hipocampo asociarán inmediatamente
con este patrón neuronal. Después, cuando el recuerdo abandone la conciencia,
será consolidado en almacén junto con estas otras asociaciones. La próxima vez
que se active este recuerdo, tenderá a llevar consigo estas asociaciones.
Por
ello, si invocas repetidamente sentimientos y pensamientos negativos mientras
está activo un recuerdo, ese recuerdo se irá sombreando cada vez más en
dirección negativa. Por ejemplo, recordar un fracaso antiguo mientras que
simultáneamente te azotas a ti mismo hará el fracaso cada vez más terrible. Por
otra parte, si convocas emociones y perspectivas positivas mientras están
activos recuerdos implícitos o explícitos, estas influencias saludables irán
entretejiendo en el tejido de estos recuerdos.
Cada vez que haces eso, cada vez que
tomas estados mentales dolorosos y limitadores y los cambias en sensaciones y
opiniones positivas, vas creando un poco más de estructura neuronal. Con el
tiempo, el impacto acumulativo de este material positivo cambiará literalmente
tu cerebro, sinapsis en sinapsis.
Imagina
que el contenido positivo se va depositando en viejas heridas, suavizando los
lugares doloridos con un bálsamo cálido, llenando huecos, sustituyendo poco a
poco los sentimientos y creencias negativos con otros positivos.
El material mental negativo con el que
tienes que trabajar puede ser de la edad adulta, incluyendo experiencias
actuales. Pero a menudo es importante abordar recuerdos explícitos e implícitos
de la niñez, porque normalmente aquí están las raíces de las cosas que te
molestan ahora.
Las personas se enfadan a veces contra sí
mismas porque todavía les afectan cosas del pasado, pero recuerda: el cerebro
está diseñado para cambiar con las experiencias, especialmente las negativas;
aprendemos de nuestras experiencias, especialmente de las de la niñez, y es
natural que este aprendizaje permanezca con nosotros.
Estarás
arrancando malas hierbas y plantando flores en el jardín de tu mente.
Como mejor se curan las experiencias
dolorosas es oponiéndose las otras positivas, como reemplazando sentimientos de
la niñez de debilidad con una sensación de fuerza actual. Si te sigue
molestando la tristeza de haber sido maltratado en una relación antigua,
recuerda cómo otras personas te quieren y deja que estos sentimientos
sedimenten.
Añade el poder del lenguaje diciendo a ti
mismo algo como «He pasado por todo esto
y estoy aquí, y mucha gente me quiere». No olvidarás lo que pasó, pero su
carga emocional quedará muy reducida. No se trata de evitar las experiencias
dolorosas ni de aferrarse a las positivas, porque eso sería una manera de
ansiedad, y el ansia lleva al sufrimiento.
El
dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional.
Se
trata de acoger las positivas, de incorporar de manera que se conviertan en una
parte permanente de ti. Para interiorizar lo positivo, puedes hacerlo en 3
pasos:
1.
Convertir los
hechos positivos en experiencias positivas:
Todo el
tiempo están pasando cosas buenas a nuestro alrededor, pero la mayor parte del
tiempo no nos damos cuenta y, cuando lo hacemos, no lo sentimos apenas. Alguien
es agradable contigo, encuentras una calidad admirable en ti mismo, un capullo
está floreciendo, acabas un proyecto difícil..., todo va pasando sin más. En
vez de eso, busca activamente buenas noticias, especialmente las cosas pequeñas
de la vida cotidiana: las caras de los niños, el olor de una naranja, un
recuerdo de unas vacaciones feliz, un suceso pequeño en el trabajo, etc. Sea lo
que sea lo que encuentres de positivo, aplícale atención plena conscientemente,
ábrete a esto y deja que te afecte.
2.
Disfruta de
la experiencia, es deliciosa!
Hazla durar
quedándote con ella 5, 10, incluso 20 segundos; no dejes que tu atención salte
a otra cosa. Cuanto más tiempo permanece algo en la conciencia y más
estimulante emocionalmente es, más neuronas se disparan y por ello se conectan,
y la huella en la memoria es más fuerte (Lewis 2005).
Centra tu atención en tus emociones y
sensaciones corporales, porque estas son la esencia de la memoria implícita.
Haz que la experiencia llene tu cuerpo y sea tan intensa como se pueda. Por
ejemplo, si alguien es bueno contigo, permite que la sensación que se ocupen de
ti caliente todo tu pecho. Fíjate especialmente en los aspectos gratificantes
de la experiencia, por ejemplo en lo agradable que es recibir un gran abrazo de
alguien a quien quieres. Centrarse en estas recompensas aumenta la liberación
de dopamina, lo que hace más fácil seguir prestando atención a la experiencia,
y refuerza sus asociaciones neuronales en la memoria implícita.
3.
Imagina o
siente que la experiencia penetra profundamente en tu mente y cuerpo:
Como el calor
del sol en una camiseta, el agua en una esponja o una joya colocada en un pecho
querido en tu corazón. Sigue relajante tu cuerpo y absorbiendo las emociones,
sensaciones y pensamientos de la experiencia.
Mónica Blasco.