¿CUÁNDO CONSULTAR A UN PSICÓLOGO INFANTO-JUVENIL?

Hoy en día, cada vez está más normalizado que acudir a un psicólogo no es "cosa de locos".

Para sacar de dudas al que no tenga del todo claro en qué consiste la psicología (y en este caso, la psicología clínica) le daré unas pinceladas al concepto.

La psicología no es ni más ni menos que el estudio del comportamiento humano. Se dice rápido pero es altamente complejo. Emitimos comportamientos desde que nacemos hasta que morimos y en todo momento, de manera que la psicología es amplísima. Por ello hay psicología aplicada al deporte, a las empresas, al marketing, a la clínica y a tantísimos otros ámbitos. Cuando estamos padeciendo algún tipo de sufrimiento o tenemos problemas o dudas sobre algún aspecto de nuestra vida y no sabemos resolverlo por nosotros mismos ni con la ayuda de nuestro entorno, quizás sea el momento de consultar a un psicólogo. Al tipo de psicólogo al que recurrirás es el psicólogo clínico o psicólogo sanitario o psicoterapeuta. Este tipo de psicólogo tiene como objetivo evaluar las dimensiones del problema (discernir si hay trastorno o no, aunque a veces esa etiqueta no sea tan importante) y ofrecer ayuda a sus pacientes para que éstos dispongan de nuevos puntos de vista o nuevas herramientas para solucionar sus propios problemas, sufrimientos o dudas y ayudarles a lograr recuperar su bienestar psicológico.

Dicho esto queda claro que no estamos hablando de tener que padecer necesariamente un grave trastorno mental para acudir a un psicólogo. De hecho, es bastante frecuente que las personas nos enfrentemos en algún momento de nuestra vida a acontecimientos o situaciones que nos superan de algún modo y no vemos la manera de arreglarlo y acabar con ese malestar. Podemos pensar: todo el mundo se ve en algún momento en "esas" y no por eso tenemos que recurrir a un profesional. Es cierto. No es imprescindible. Esa decisión es muy personal y en cada persona es diferente el umbral de sufrimiento que podemos soportar antes de recurrir a un profesional. También es diferente la facilidad o dificultad que uno puede tener para ir a un extraño a contar lo que le pasa. También es cierto que a veces un problema que hoy no podemos solucionar y nos hace sufrir, mañana logramos enfrentarlo de otra manera y lo superamos, lo cual nos hace crecer y nos hace más fuertes. Pero también puede pasar que ese problema vaya creciendo; cada día sea más y más grande; cada día más y más difícil de afrontar y el problema nos acaba comiendo el terreno y haciéndonos profundamente infelices durante mucho tiempo acabando por enquistarse.

Cuando se trata del sufrimiento de nuestros hijos o de toda la estructura familiar la cosa se vuelve más peliaguda porque no se trata sólo de nosotros mismos sino que el problema va más allá y afecta a otras personas. La decisión de acudir a un profesional ya debe barajarse más seriamente y no pensárselo demasiado.

Un psicólogo infantil atiende al niño o adolescente como paciente principal pero también tiene la obligación de dedicar tiempo a escuchar a los padres y familiares cercanos y a darles herramientas a ellos también para manejar la situación entre todos. Todo el equipo debe poner de su parte: madre, padre, hijo, psicólogo y, casi siempre, también la escuela.

¿En qué puede ayudar un psicólogo infantil? La lista sería larguísima. Para empezar podríamos enumerar todos los trastornos mentales que pueden afectar a niños o adolescentes y que no son pocos pero luego podríamos seguir con toda una serie de aspectos psicológicos en los que el paciente puede presentar problemas o dificultades como por ejemplo: miedos, autoestima, mala conducta, ira o rabia, ansiedad, tristeza, etc. Por otro lado, problemas o dificultades en diferentes ámbitos de la vida: fracaso escolar, mala relación familiar, dificultad para decidir y encaminar su futuro, mala relación con los compañeros o amigos, etc. Y, por último, baches varios que nos podemos topar en la educación de nuestros hijos en los que nos encontramos perdidos porque no sabemos si la conducta de nuestro hijo está dentro de lo "normal" o  no y no sabemos si estamos actuando correctamente en cuanto a eso.

Vale, pongamos por caso que tenemos o nuestro hijo/a tiene un problema o dificultad que nos desborda y no sabemos ayudarle. ¿Debo acudir a un profesional? Personalmente creo que debes acudir a un profesional sin pensarlo mucho cuando ese problema o dificultad esté generando un sufrimiento considerable que esté deteriorando el bienestar del niño/a y/o de los otros miembros de la familia debido a su gravedad o a la importancia que le demos a ese aspecto. Aunque, por otro lado, siempre es mejor prevenir que curar y no es necesario esperar a estar padeciendo mucho sufrimiento o angustia.

De todos modos, a la hora de plantearse acudir a un psicólogo hay que tener en cuenta algunos aspectos. Puede que el problema no sea del niño y que éste disfrute de bienestar psicológico y que el problema sea de los padres que esperaban una cosa y está sucediendo otra o que tienen un nivel de exigencia demasiado alto. También puede que haya algún comportamiento que no supone ningún problema en el presente pero que se aleja demasiado del comportamiento de los niños de su edad y que ese aspecto que ahora no es un problema sospechemos que podría serlo en el futuro. En este caso estaríamos hablando, por ejemplo, de retrasos en el desarrollo evolutivo o de etapas que se alargan más tiempo de lo que deberían. Y, por último, puede que nuestro hijo esté teniendo algún tipo de malestar psicológico o emocional y no nos hayamos dado cuenta o no le hayamos dado importancia. No dejemos que nuestro hijo sufra en valde sólo porque nosotros consideremos ese problema poco importante. Si el niño reacciona con tristeza o ansiedad seguramente necesite ayuda.

En cualquier caso, el tiempo y dinero que se invierta en la terapia variará en función de las dimensiones del problema y de cuánto pongamos de nuestra parte para solucionarlo. Puede que, en realidad, sea una fase normal del desarrollo del niño/a y que la solución sea tan sencilla como limitarse a tener paciencia y poco más o puede que haya un problema real y el proceso terapéutico dure un poco más.

En todo caso, es una decisión personal decidir si vale la pena esa inversión por el bienestar de los hijos/as y de la familia.