Tenemos
la tendencia a personalizar casi todo lo que nos ocurre. En las
relaciones interpersonales atribuimos a los demás intenciones que no
tiene o incluso nos responsabilizamos de sus sentimientos. Cuando
vemos a nuestra pareja con el ceño fruncido y pensamos que se habrá
enfadado con nosotros por algo, estamos personalizando. Interpretamos
y sacamos conclusiones precipitadas. En este caso nos atribuimos la
responsabilidad del estado emocional de nuestra pareja
sin pensar en otras alternativas como por ejemplo que le pueda doler la cabeza. En estos
casos, lo mejor es preguntar directamente y no enredarnos en
supuestos e interpretaciones.
Cuando
te enteras de que unos amigos han quedado sin ti, puedes pensar que
no quieren que vayas, que no te consideran un amigo importante, que
quieren desplazarte, que se han enfadado por aquello que le dijiste
el martes, que ya no encajas, que se aburren contigo, que…, puedes
pensar muchas cosas que tengan que ver contigo, pero lo más habitual
es que haya una explicación en la que tu no seas el protagonista. En
estos casos, lo mejor es no extraer conclusiones y entender que la
gente tiene sus propias motivaciones y no siempre hace lo que uno
espera.
Normalmente
utilizamos nuestra propia manera de actuar como guía para decidir si
alguien actúa bien o mal. Cuando decimos “yo no lo hubiera hecho”
o “yo lo habría hecho de tal manera” estamos usando esa
estrategia. El problema es que los demás actúan desde sus propias
vidas, no desde las nuestras. El por qué actuamos de una determinada
manera es un asunto complejo, ya que más allá de la situación
externa en la que nos encontremos, en nuestra conducta influyen
muchos otros factores como los aprendizajes del pasado conscientes e
inconscientes (creencias, sensaciones, hábitos, costumbres,
vivencias,…), nuestro estado presente (estado anímico, valores,
percepción de la situación, situación personal, laboral, familiar,
social,…) y nuestras expectativas sobre el futuro (planes,
objetivos, metas,…). Por todo ello es muy complicado juzgar a
nadie, ni tan solo a nosotros mismos.
¿Sabemos siempre porque
hacemos las cosas?