Hay
personas que muestran una gran dificultad para tolerar las molestias,
los imprevistos, los contratiempos y en general las circunstancias
adversas que suceden a diario en la vida. Cuando las cosas no salen
como uno espera, es normal cierta decepción, pero no lo es sentirnos
extremadamente molestos y quedarnos enganchados en la negación y la
queja continua.
Los
niños pequeños poco a poco van aprendiendo que no siempre van a
tener todo lo que desean, que a veces hay que esperar e incluso
hacerse a la idea de que lo que desean no es posible. El entorno les
enseña que sus deseos no son órdenes. No es sencillo, todos hemos
visto la desesperación de unos padres que tienen al niño pataleando
y gritando en el suelo porque quiere algo. En esas situaciones, los
padres sufren, se avergüenzan, se enfadan, lo pasan mal, pero todas
esas sensaciones desagradables tienen un sentido de ser. Todas esas
experiencias van a enseñar al niño a superar las negativas,
sobreponerse a los fracasos y a aceptar las pérdidas, dentro de un
entorno de aceptación incondicional y seguridad.
Pero
cuando la sobreprotección del entorno les priva de esas lecciones
tan fundamentales, las personas pueden llegar a desarrollar lo que en
psicología llamamos BTF (baja tolerancia a la frustración). Para
las personas con BTF, la vida debe ser fácil y agradable, obtener lo
que desean sin grandes esfuerzos y sin molestos contratiempos. Cuando
las cosas no van como esperan, lo viven como una gran injusticia y
les cuesta mucho aceptar los hechos como vienen. Se quedan anclados
en la queja y la rabia continua, lo que les dificulta afrontar las
situaciones difíciles.
Cuando
no aprendemos a tolerar la frustración de pequeños, la vida acaba
enseñándote esa lección tarde o temprano en entornos menos
seguros, sin la protección de la autoestima que nos ofrece la
familia. El amor incondicional de la familia salvaguarda la
autoestima del niño, porque éste sabe que el amor que sienten por
él no tiene nada que ver con la negativa, es un “te quiero, te
valoro, pero no puede ser”. Cuando la frustración la encontramos
en otros entornos el “te quiero” y “te valoro” no vienen
dados, y podemos llegar a pensar que es un rechazo hacia nosotros
como personas, porque no gustamos, no encajamos o no lo merecemos,
pudiendo llegar a desarrollar otras perturbaciones emocionales.
Las
personas que aprenden a tolerar la frustración, en cambio, tienen
mayor capacidad de adaptación a los cambios y viven con menos
estrés.